LEÓN DE GREIFF
Francisco de Asís León Bogislao
de Greiff Haeusler; Medellín, 1895 - Bogotá, 1976, Poeta colombiano que se
distinguió por su lirismo simbólico, sarcástico, imaginativo y musical, uno de
los más originales que ha dado Colombia. Popular entre los poetas e ignorado
por el lector común, vivió casi siempre en Bogotá, donde frecuentó sucesivas
generaciones de bohemia y de vanguardias. El barroquismo y la singularidad de
su estilo lo situaron entre los más influyentes vanguardistas de América.
Tras completar los estudios
básicos en el Liceo de la Universidad de Antioquia en Medellín, cursó tres años
en la Escuela de Minas de la Universidad de Antioquia. Posteriormente estudió
derecho en la Universidad Libre de Santafé de Bogotá, a la vez que adquiría
amplios conocimientos de matemáticas y música.
Desde muy joven mostró una
considerable inquietud literaria, desarrollando un estilo vanguardista e innovador,
y ya a los veinte años fue director de la revista literaria Panidas, mientras
formaba parte del grupo literario del mismo nombre. Por esas mismas fechas fue
secretario privado del general Rafael Uribe Uribe. En 1916 trabajó como cajero
contador del Banco Central. Más tarde administraría las obras de prolongación
del Ferrocarril de Antioquia por el río Cauca en la zona de Bolombolo.
En 1925 colaboró en la revista
Los Nuevos, publicación que reunía a una nueva generación en la que León de
Greiff empezó a destacar como escritor. En 1927 contrajo matrimonio con Matilde
Bernal Nichols, con quien tendría cuatro hijos: Boris, Hjalmar, Astrid y Axel.
Este mismo año fue nombrado jefe de Estadística de la Dirección de Caminos de
Antioquia y luego de los Ferrocarriles Nacionales.
En 1945 fue jefe de Educación
Secundaria de la sección de becas. Tres años después fue nombrado director del
Servicio de Extensión Cultural de Colombia. En 1954 enseñó literatura en la
Facultad de Ingeniería, y música en el Conservatorio de la Universidad
Nacional. Después de trabajar como profesor, ocupó el cargo de secretario de la
Embajada de Colombia en Suecia y viajó como invitado a la Unión Soviética y a
China.
Su obra poética es de difícil
comprensión, debido a la utilización de un simbolismo oscuro, producto de un
imaginario personal muy rico, alimentado, en parte, por su doble ascendencia
española y escandinava, que le empujó a servirse de temas desconcertantes para
los lectores de su país, ya fueran recreaciones de tradiciones y paisajes
lejanos o referencias a autores marginales. Este cruce ancestral sugiere ya la
síntesis de diversos lenguajes que caracterizará su obra, esa máquina
neobarroca de producir vocabularios, juegos verbales, músicas, en un sistema
sinfónico personal sin parangón en la lengua castellana, por lo que no es
excesivo afirmar la existencia de una sintaxis greiffiana.
Su singular producción parece
venir sólo de sí mismo y, al mismo tiempo, de todas las referencias culturales
posibles, desde la espontaneidad de los juglares hasta la perfección
renacentista, la extravagancia barroca, la vibración romántica, el lujo
modernista, el experimentalismo vanguardista. En ella se evidencia su voluntad
de dotar al verso de una gran musicalidad, así como su gusto por la utilización
de palabras en desuso, neologismos y onomatopeyas Es palpable la influencia de
los principales poetas franceses del siglo XIX (Baudelaire, Rimbaud), pero
resulta casi inútil concretar el amplísimo catálogo de autores que nutre su
creación. Sus seudónimos insinúan variados registros, entonaciones e
influencias: Guillaume de Lorges, Claudio Monteflavo, Diego de Estúñiga, Gaspar
von Der Nacht, Gaspar de la Nuit, Sergio Stepansky, Beremundo el Lelo, Leo le
Gris, Judas el Obscuro, Matías Aldecoa, Erik Fjorsson, Harald el Oscuro...
Sus dos primeros libros,
Tergiversaciones (1925) y el Libro de los signos (1930), contienen algunas de
sus poesías más famosas, como la Balada de la fórmula definitiva y paradojal y
Balada del mar no visto. Variaciones alrededor de nada (1936) es su libro mayor
y el que reúne los mejores momentos del conjunto de sus temas: el amor, la
poesía, el silencio, la nada, el viaje y la noche. A ellos hay que añadir
Prosas de Gaspar (1937), Farsa de los pingüinos peripatéticos (1942), Fárrago
(1955) y Velero paradójico (1959). Todos estos títulos fueron recopilados en
sus Obras completas (1960), tras las cuales publicaría aún Nova et vetera
(1968).
La obra de León de Greiff
mereció distinciones oficiales nacionales (como la Cruz de Boyacá, la Orden de
San Carlos y el Premio Nacional de Poesía en 1970), y recibió también
reconocimientos internacionales: desde Argentina fue postulado para el Premio
Nobel de Literatura, y en Caracas se creó un premio de poesía que lleva su
nombre.
1. Balada
del tiempo perdido
I
El tiempo he perdido
y he perdido el viaje…
Ni sé adónde he ido…
Mas sí vi un paisaje
sólo en ocres:
desteñido…
Lodo, barro, nieblas; brumas,
nieblas, brumas
de turbio pelaje,
de negras plumas.
Y luces mediocres. Y luces
mediocres.
Vi también erectos
pinos: señalaban un dombo
confuso,
ominoso, abstruso,
y un horizonte gris de lindes
circunspectos.
Vi aves
graves,
aves graves de lóbregas plumas
-antipáticas al hombre-,
silencios escuché, mudos, sin
nombre,
que ambulaban ebrios por entre
las brumas…
Lodo, barro, nieblas; brumas,
nieblas, brumas.
No sé adónde he ido,
y he perdido el viaje
y el tiempo he perdido…
II
El tiempo he perdido
y he perdido el viaje…
Ni sé adónde he ido…
Mas supe de un crepúsculo de
fuego
crepitador: voluminosos gualdas
y calcinados lilas!
(otrora muelles como las
tranquilas
disueltas esmeraldas).
Sentí, lascivo, aromas
capitosos!
Bullentes crisopacios
brillaban lujuriosos
por sobre las bucólicas
praderas!
Rojos vi y rubios, trémulos
trigales
al beso de los vientos
cariciosos!
Sangrantes de amapolas vi
verde-azules eras!
Vi arbolados faunales:
versallescos palacios
fabulosos
para lances y juegos estivales!
Todo acorde con pitos y
flautas,
comamusas, fagotes pastoriles,
y el lánguido piano
chopiniano,
y voces incautas
y mezzo-viriles
de mezzo-soprano.
Ni sé adónde he ido…
y he perdido el viaje
y el tiempo he perdido…
III
Y el tiempo he perdido
y he perdido el viaje…
Ni sé adónde he ido…
por ver el paisaje
en ocres,
desteñido,
y por ver el crepúsculo de
fuego!
Pudiendo haber mirado el
escondido
jardín que hay en mis ámbitos
mediocres!
o mirado sin ver: taimado
juego,
buido ardid, sutil estratagema,
del Sordo, el Frío, el Ciego.
2. Cancioncilla
Quise una vez y para siempre
-yo la quería desde antaño-
a esa mujer, en cuyos ojos
bebí mi júbilo y mi daño…
Quise una vez -nunca así quise
ni así querré, como así quiero-
a esa mujer, en cuyo espíritu
fundí mi espíritu altanero.
Quise una vez y desde nunca
-ya la querré y hasta que muera-
a esa mujer, en cuya boca
gusté -otoñal- la primavera.
Quise una vez -nadie así quiso
ni así querrá, que es arduo empeño-
a esa mujer, en cuyo cálido
regazo en flor ancló mi ensueño.
Quise una vez -jamás la olvidé
vivo ni muerto- a esa mujer,
en cuyo ser de maravilla
remorí para renacer…
Y esa mujer se llama… Nadie,
nadie lo sepa -Ella sí y yo-.
Cuando yo muera, digas -sólo-
quién amará como él amó?
3. Esta mujer es una urna
Esta mujer es una urna
llena de místico perfume,
como Annabel, como Ulalume…
Esta mujer es una urna.
Y para mi alma taciturna
por el dolor que la consume,
esta mujer es una urna
llena de místico perfume…!
4. Más breve
No te me vas que apenas te me llegas,
leve ilusión de ensueño, densa, intensa flor
viva.
Mi ardido corazón, para las siegas
duro es y audaz…; para el dominio, blando…
Mi ardido corazón a la deriva…
No te me vas, apenas en llegando.
Si te me vas, si te me fuiste…: cuando
regreses, volverás aún más lasciva
y me hallarás, lascivo, te esperando…
5. Pues si el amor huyó, pues si
el amor se fue
Pues si el amor huyó, pues si el amor se fue…
dejemos al amor y vamos con la pena,
y abracemos la vida con ansiedad serena,
y lloremos un poco por lo que tanto fue…
Pues si el amor huyó, pues si el amor se fue…
Dejemos al amor y vamos con la pena...
Vayamos a Nirvana o al reino de Thulé,
entre brumas de opio y aromas de café,
y abracemos la vida con ansiedad serena!
Y lloremos un poco por lo que tanto fue…
por el amor sencillo, por la amada tan buena,
por la amada tan buena, de manos de azucena…
¡Corazón mentiroso! si siempre la amaré!
6. RONDELES
XIV
Mi pobre amor se está yendo...
yo me quedaré llorando...
La lluvia, leve, cayendo;
una nube, allá glisando...
Mi pobre amor se está
yendo.
¡Lejos, muy lejos!, soñando
la dulce amada, y tejiendo
su ilusión, que voy matando...
Mi pobre amor se está yendo...
¿Qué pasa, que nada
entiendo?
¿Qué pena se va
acercando?
La lluvia, leve, cayendo...
Una nube, allá glisando...
La dulce amada tejiendo
su ilusión, que voy matando!
Mi pobre amor se está
yendo...
¡Yo me quedaré
llorando!
7. Mi juventud
Mi juventud al desconsuelo emigra.
¡Mi juventud!, al beso de Quimera...
En mi barca o chalupa, en mi galera,
o en steamer fumante, que denigra
la diáfana azules! —Loca ribera
adiós! abur! ...— El torvo tiempo atigra
su ceño, y en sus zarpas ya peligra
mi juventud, desnuda prisionera!
Los pebeteros lento aroma exhalan,
grave, plúmbeo... Se aduermen ritmos
bravos...
Los años en deshielo, por declivios
de un velludo dulcísimo, resbalan,
indolentes e ilusos, como esclavos
que el vino aportan y perfumes tibios...
8. Soneto
Poeta soy, si es ello ser poeta.
Lontano, absconto, sibilino. Dura
lasca de corindón, vislumbre obscura,
gota abisal de música secreta.
Amor apercibida la saeta.
Dolor en ristre lanza de amargura.
El espíritu absorto, en su clausura.
Inmóvil, quieto, el corazón veleta.
Poeta soy si ser poeta es ello.
Angustia lancinante. Pavor sordo.
Velada melodía en contrapunto.
Callado enigma tras intacto sello.
Mi ensueño en fuga. Hastiado y cejijunto.
Y en mi nao fantasma único a bordo.
9. Y era la Poesía como la luz sin
alas
Y era la Poesía como la luz sin alas
vibrando —tácita— en la noche sin linde,
la Noche Negra; como las pitagóricas escalas
que bulbul ciego melancólico escinde.
Y era la Poesía como inmóviles olas
planas —gélidas— de océano sin fondo,
de océano yacente; como las mudas caracolas
que no el sordo clangor del mar discantan,
hondo.
Y era la Poesía como nao sin velas,
anacrónica —al pairo— que en la rada se
esconde;
como fallido Ícaro —albatros— que así anda
como tú vuelas, Clavileño... Y era —de ojos
azules—
la Poesía, que los ámbitos —nefelibata—
hiende,
Leviatán fósil, momia fiambre... la Quimera
entre hielos...
10. Cuando el silencio canta
Cuando el silencio canta
con su mejor sollozo,
con su peor susurro,
un día, soy poeta
de ojazos amarillos.
Otro
día, sarcástico
bufón
de ojos azules
—áridos,
fríos, duros—:
seco
gelasmo-burla,
torva
pirueta-guiño.
Otro día, mis ojos,
los mis ojos sardónices,
los mis ojos sardónicos
zabúllense en los tuyos:
en tus ojos de mieles
—sobre tumbos de algas
de relente marino—.