martes, agosto 13, 2019

Miguel Ángel Hernández


MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ


Biografía


(Piura, 1976). Estudió Comunicación en la Universidad de Piura, donde ganó los juegos florales –mención poesía– en los años 1997 y 2000. En el 2011, con su poemario Fe ciega obtuvo el primer premio en la III Bienal de Poesía, organizado por la Revista de Poesía Peruana Estación Compartida. Tiene publicado el poemario Tras la voraz canícula (2015) y con Viaje a las islas hormiga obtuvo una mención honrosa en el Concurso Nacional de Poesía 2015 “José Watanabe Varas” de la Asociación Peruano Japonesa. Poemas suyos aparecen en Insana virtud. Muestra poética reciente de la posmodernidad (2016) y en Ausente ardor de arena & algarrobos. Antología de la poesía piurana contemporánea (2017).


Sus poemas



Resumen

En el Cuerno de África
hay un escándalo mundial,
de las europas rancias
se exporta un laicismo antidios,
los EE.UU. en crisis
son una república bananera,
a Asia y Oceanía
las vemos tan lejos
desde Lima, Perú
donde aún se cuecen habas.



Desvaríos de un peruano modesto hasta la quintaesencia
Ciudadela de soberbias edificaciones y de hombres de sabiduría empírica
sus estériles mujeres claman piedad con el rezo frecuente de padrenuestros.
Algunos niños caminan inflados, otros vuelan a la intemperie como gallinazos
en los parques los perros legañosos mean el disfraz asqueroso de la muerte
quien quiere hacerse sentir con su carga de desaliento y desesperanza.
Apresados entre cristales traslúcidos sus viejos ídolos nos llevarán a la ruina
con estruendosas carcajadas cuando venga la marea negra de la pornografía
y no saben que les espera un juicio implacable como cópula en la oscuridad.
Los perros se alejan en una nube de polvo amarillento y esos niños ahora son
drogos que, en su abandono o autodestrucción, leen prensa atrasada sentados
en la cumbre de sus horas generadoras de espasmo y sensibilidad patriotera.
Nos llegó una carta furibunda y dice que la lucha es por restablecer el orden,
unos feroces escupitajos para los jueces avaladoras de votaciones espurias
y por toda la pestilencia del poder que los obnubila hasta el final del día,
y como un propósito casi vano han de ponerme paños como un bálsamo
las flores medran cerca de una materia orgánica en descomposición
el detritus sube a mis narices si uno de izquierda fagocita a uno de derecha
en los cerros circundantes la bóveda gris se desploma sobre los desempleados
sus caras llenas de oprobio revelan que se manejan con tretas o mangonetas  
luego maquinarán contra esa vieja dialéctica hegeliana del amo y el esclavo
no somos los errantes del terruño abrasador sino de la ciudad pretenciosa
en zigzag escapamos ante la evidencia de la podredumbre de la vida nacional
con la chatarra acumulada en las casas el precio del desdén será muy alto.
Un séquito variopinto atropella y su pasado retorna convertido en desmemoria
así se pierde la buena fe de lo claro y vendrá el asomo de la desesperación.
Puedo confesar que al poner el CD más triste de una de mis bandas favoritas
se me vinieron ilusiones periclitadas por un sopor canicular que me anunciaba
un pétalo sangriento como rojo espectro. ¿Me he vuelto acaso masoquista?;
¿de dónde esa lóbrega resaca, a esta hora, si la algarabía se tornó en estupor?
Nos alumbraba el resplandor de velones y cirios cuando oímos muy lejos
el plañidero lastimero del perro de la casa pero fue el dolor del mordisco
de un coimero el que nos dejó inconscientes en una celebración macabra.
Cuesta creerlo y sin querer caigo en la vorágine de ilustres desconocidos
o en las manos de un concupiscente que ha vagado herido en las sombras.  
Recordar duele mucho, es cierto, y recuerdo banderas con crespones negros
los apósitos de telaraña para tanta angustia y la comida indigesta de un lugar
por eso no me podrán convencer de la existencia de la ciudad teratológica
cuando las palomas picotean sobre un charco de vómito en la acera. 
A quinientos metros a la redonda todo era escombros y de pronto se escucha
un sonido corrosivo, inmisericorde, porque dentro de poco las lluvias
se abatirán como un castigo sobre la larga cola de mujeres menudas
que caminan envalentonadas con ollas vacías al amparo de una noche cerrada
y no es que estén a punto de un colapso gravitatorio o tengan horror al vacío
sino que hoy tienen la desangelada cadencia de un bolero de Ibrahim Ferrrer
que canta no como elevando plegarias al cielo de grises atmósferas góticas
sino que es el que se parapeta tras una añagaza de falso samaritano
en la reminiscencia lejana que el mundo parece vivir bajo un peso enorme
para acallarnos solemnemente cuando nos envuelve la frustrada tibieza   
la sensación del caos pende de un hilo melancólico y ata nuestras diferencias
o nos deja un recuerdo en sepia pegado con la miel entre los labios,  
o con otro vampiro licántropo hasta otra mañana grisácea y lluviosa.



Breve historia de la corrupción en el Perú

Esta bestia de orígenes coloniales engendró y parió sin dolores
a virreyes, caudillos, presidentes y dictadores. 
Este Leviatán en ciclos de bonanza esparce sus heces
de dineros ilícitos, tráfico de influencias y crímenes no resueltos.
Y ya ves que la impunidad también se esconde
en los bolsillos profundos de jueces y fiscales
y de los prófugos artífices de sus triquiñuelas.
Sobre el fondo la sangre trasluce sus afanes
y ahora sé que la ficción era más pura y más ingenua.
En qué trinchera inverna lo verdadero y lo noble.
Desde cuál balcón me hablará tu dios de la coima
acompañado de burócratas con su lenguaje dolosamente técnico.
Es mejor pertenecer al partido del inca (“ama sua, ama quella, ama llula”).
Porque después de todo, todos tratarán de fugarse
luciendo bien pero bien llenos de enfermedades.
A las 6 a.m. pasa el camión recolector de la basura.
El Congreso seguirá en estado embarazoso
tanto en su pasado lejano como en el más reciente
y los lobos rapaces de la política seguirán ahí
con su jaqueca opresiva y su borrón y cuenta nueva.
Las épocas del guano, del salitre, del caucho,
de la harina de pescado y del boom inmobiliario
todas terminaron para bien y para mal de este saqueado país
y yo solo quiero volver a los textos de Porras y Basadre.



Gastronomía peruana

La del peruano calato no es una carne a despreciar
pero siempre es mejor servirla en hilachas menuditas
con la espesa sangre y el hígado amargamente triturado
verán que hará salivar a quienes una vez lo ningunearon
esos peruanotes que cocinan sus mandatos y poderes
en torno a la despensa y el recetario de este país
donde se suele exorcizar el fantasma del hambre
(siempre acechante) con papas de muchas formas y colores
sino la sangrecita que se mueve hasta que se seca
muerto y desangrado el animal que haría relamerse
a los mismísimos dioses Wiracocha y Pachacámac
al margen de los fogones hemos “pijchado” hojas de coca
las toxinas liberadas y el aceite que nos salta en la cara
al refreír las carnes de todos los peruanos sin distinción
o hervirlas a toda velocidad en litros y litros de pisco acholado
y luego servirlas en plato hondo con pedazos de rocoto
acompañadas con arroz muy graneado hecho en olla de barro
esos aromas despertarán los sentidos incontrolables
de las generosas deidades que ya dan señales de hambre y saciedad
para luego sentir el orgasmo perenne que nunca aceza.



Bazar suelo en el centro de Lima

Vendo las mariposas amarillas de García Márquez
Las pipas sin tabaco de Sartre y de Günther Grass
Los puros de Lezama Lima
Los hipopótamos de Vargas Llosa
Los guantes de box de Cortázar
Las mujeres jóvenes de Neruda
Las gafas redondas y de montura fina de Pessoa
El bastón de Borges
Un cuaderno de dibujos de Lucho Hernández
Los lentes oscuros de Sábato
El Volkswagen celeste de Nicanor Parra
El miedo de Ana Frank
La escopeta de Hemingway
El ángel de Ocongate de Rivera Martínez
La luna llena de García Lorca
Los hondos gritos silenciosos Silvia Plath
Las cabras de Miguel Hernández
Los arcángeles comunistas de Alberti
El cuervo negrísimo de Poe
El dolor metafísico de Vallejo
El poema en forma de pájaro de Eielson
El amor uranista de César Moro
El silencio enfermizo de Westphalen
La tierra baldía de Eliot
El tocadiscos sin aguja de Joyce
El mal aliento de Onetti
Algunos pelos de las barbas de Whitman 
Y también de la calva de Ginsberg
Las muelas picadas de Góngora
El sueño encarcelado de Oquendo de Amat
Una pelota de cuero de 24 paños de Parra del Riego
Las espuelas del gallo de pelea de Rulfo
La bacinica quiñada de Martín Adán
La bala del suicidio fallido de Baudelaire
El crucifijo de oro de Santa Teresa
La sotana raída pero limpia de San Juan de la Cruz
El traje de diplomático de Rubén Darío
Un halcón disecado de Horacio Quiroga
Los huaynos en vinilo de Arguedas
El cianuro de potasio con whisky de Leopoldo Lugones
El seimei y el kimono de Akutagawa
La espada y las vísceras de Mishima
El cráneo trepanado de Apollinaire
Los ojos azules de Rimbaud
Algunos puchos y ceniceros de Julio Ramón Ribeyro
Las fotos tomadas con cámara hechiza de Eguren
El raído jubón de Cervantes
Las lolitas de Balthus
El misticismo mesiánico de Rilke
Las tradiciones en salsa verde don Ricardo Palma
La amargura anárquica de Gonzales Prada.


Al finalizar la tarde había vendido poco al mejor impostor, el resto de merca la abandoné en la calle, pues la policía municipal me persiguió por estar prohibido, en el centro histórico, el comercio ambulatorio, pero comprobé que pocos leen en esta ciudad de m.

 (Independencia, 27 de diciembre de 2018)

Nota: Estos poemas pertenecen al poemario La república falaz.

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