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ESCRITO EN MAYÚSCULA es un blog que intenta ayudar con la difusión de cualquier expresión artística sin discriminar a los autores aficionados. Se abarcará desde poesía, narrativa, música, etc. Y contaremos con entrevistas donde el autor contara por sí mismo la creación de su propia obra.

Federico García Lorca

Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio.

(La Sombra del Viento) Carlos Ruiz Zafón

Cada libro, cada volumen que ves aquí, tiene un alma. El alma de la persona que lo escribió y de aquellos que lo leyeron, vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien baja sus ojos a las páginas, su espíritu crece y se fortalece.

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Les ofreceremos entrevistas de nuestros colaboradores para que conozcan su obra y accedan a ella.

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Les ofreceremos entrevistas de nuestros colaboradores para que conozcan su obra y accedan a ella.

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Somos apenas un granito de arena, intentando hacer algo por el bien de nuestra existencia.

martes, octubre 30, 2018

Nicolás Guillén



NICOLÁS GUILLÉN



Nació en Camagüey, Cuba, el 10 de julio de 1902. Era hijo del periodista Nicolás Cristóbal Guillén Batista es hijo de Nicolás Guillén Urra, director del diario Las Dos Repúblicas y consejero provincial del Partido Nacional Liberal, y de Argelia Batista Arrieta. Su padre fue elegido senador por su provincia de 1909 a 1913. Nicolás estudió en el Instituto Provincial de Camagüey. Por esta época los conservadores volvieron a obtener la victoria y su padre regresó al periodismo, dirigió Libertad, periódico del partido en el que militaba. El joven Guillén asistía a la escuela secundaria y tomaba clases nocturnas de preceptiva literaria en las aulas del instituto de don Tomás Vélez, pero la convulsa situación política marcó trágicamente el destino familiar ya que su padre murió en la guerra civil conocida como «La Chambelona», provocada por la reelección impuesta del presidente García Menocal para un nuevo periodo.

El joven poeta tuvo que empezar entonces a trabajar como tipógrafo en el periódico El Nacional, pero también a escribir y publicar sus primeros versos en la revista local Camagüey Gráfico y más adelanten la revista Orto, de Manzanillo, Oriente, y en seguida en Castalia, de La Habana, cuyas páginas acogían las producciones de la más joven promoción de poetas.

Tras obtener el título de bachiller, viajó a La Habana para cursar la carrera de Derecho, pero se vio obligado a abandonar sus estudios al poco tiempo por carecer de medios económicos que le permitan mantenerse en la capital. Comenzó a colaborar con las revistas Orto y Castalia y con el periódico Las Dos Repúblicas, cuya página literaria dirige en compañía de Justo Menéndez Roque. En la tertulia iconoclasta del café Martí entró en contacto con las tendencias renovadoras del postmodernismo.

En 1920 regresó a Camagüey y abandonó definitivamente sus estudios de derecho. Fundó la revista Lis, dirigió el periódico El Camagüeyano y se dedicó al periodismo y a la vida bohemia. En 1926 regresó a La Habana para trabaja de mecanógrafo en la secretaría de la gobernación. La turbulencia de esos años propició un ambiente de protesta en toda la isla que, en el campo artístico y literario, se manifestó a través del grupo minorista formado por jóvenes intelectuales de izquierda. En 1927 volvió a publicar poesía, pero esta vez una poesía renovada de corte vanguardista En 1931 comenzó a colaborar con el suplemento dominical del periódico El Mundo y publicó “Sóngoro cosongo”, libro que marca la búsqueda de sus raíces africanas, de su ritmo y sus costumbres, de sus voces y colores que se mezclan con los frutos típicos del trópico.

Su próximo libro publicado, “West Indies Ltd.”, quiso denunciar la explotación sufrida por el archipiélago antillano a manos del imperialismo estadounidense. En 1935 logró obtener un trabajo en el Departamento de Cultura del Municipio de La Habana, pero pronto perdió el cargo por su militancia izquierdista. En 1937 participó en el congreso de escritores y artistas convocado por la LEAR (Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios de México) y posteriormente fue invitado a participar en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura en la República Española, en España se hizo miembro del Partido Comunista Español. En 1938 regresó a Cuba y fue designado miembro del Comité Nacional de Unión Revolucionaria Comunista y elegido como candidato para alcalde de Camagüey en las elecciones de 1940.

En marzo del año siguiente el dictador Batista le negó el visado para viajar a Nueva York y asistir al IV encuentro de la Liga de Escritores Americanos para la Defensa de la Cultura, pero en septiembre viajó a Haití, invitado por el poeta Jacques Roumain, director del Instituto de Etnología de ese país. En ese periodo comenzó a editarse la revista Gaceta del Caribe. En 1945 inició una gira por varios países latinoamericanos que se prolongaría tres años y en la que recorrió el continente de norte a sur de Colombia a Uruguay. Durante este periplo aprovechó para publicar en la editorial Pleamar de Buenos Aires El son entero. Viajó de nuevo a París en 1949 y en marzo a Nueva York para asistir a la Conferencia Cultural y Científica por la Paz Mundial. Viajó también en dos ocasiones a la URSS y en el segundo viaje llegarán, con su esposa, hasta Pekín.

A su vuelta a Cuba la dictadura lo mantiene vigilado y es detenido en dos ocasiones por el SIM (servicio de policía del estado), pero puesto nuevamente en libertad. Viajó a Brasil para París en momentos en que en Cuba era atacado el cuartel Moncada por los jóvenes de la Generación del Centenario y del Movimiento 20 de julio, encabezados por Fidel Castro. Este suceso lo condenó indirectamente a un largo destierro. El exilio lo llevó a París, Italia, a México, Guatemala y Centroamérica. Viajó a Estocolmo para participar en el Congreso de la Paz. Sigue a Varsovia y luego a Moscú, donde recibió el Premio Internacional Lenin de la Paz. También fue a India. Cuando su pasaporte caducó el consulado cubano en París se negó a renovárselo y el poeta fue detenido e interrogado por la inmigración francesa, llevado a juicio y absuelto, pero se le exigió abandonar el país. Rafael Alberti acudió en su auxilio y consiguió que el gobierno argentino le otorgara el visado del país austral.

En Argentina ofreció recitales y conferencias. En 1959 gana la revolución en Cuba, lo que le permitió regresar a Cuba tras casi seis años de exilio, a su llegada ofreció un recital para el ejército rebelde en La Habana presidido por el mismo comandante Che Guevara. Reanudó sus colaboraciones en diarios y revistas de la isla y de distintos medios internacionales y emprendió nuevamente su vida itinerante pero ahora como principal representante de la cultura de su país. Viaja a Budapest, Viena y Pekín. En 1960 viajó a la URSS, donde presidió la delegación cubana enviada con motivo de la celebración del primer aniversario de la revolución. Fue designado Embajador Extraordinario y Plenipotenciario del Servicio Exterior de la República. Los años siguientes continuó la misma tónica, publicando, viajando y colaborando incansablemente en eventos y delegaciones por todo el mundo, entre ellas asistió en Santiago de Chile a la toma de posesión de la presidencia de Salvador Allende. En 1981 recibió en Cuba la Orden José Martí y en 1983 el Premio Nacional de Literatura.

Murió en La Habana el 16 de julio de 1989, tras una larga enfermedad.




1. A veces

A veces tengo ganas de ser un cursi
para decir: La amo a usted con locura.
A veces tengo ganas de ser tonto
para gritar: ¡La quiero tanto!
A veces tengo ganas de ser un niño
para llorar acurrucado en su seno.
A veces tengo ganas de estar muerto
para sentir, bajo la tierra húmeda de mis jugos,
que me crece una flor rompiéndome el pecho,
una flor, y decir: Esta flor,
para usted.



2. Un son para niños antillanos

Por el Mar de las Antillas
anda un barco de papel:
anda y anda el barco barco,
sin timonel.

De La Habana a Portobelo,
de Jamaica a Trinidad,
anda y anda el barco barco
sin capitán.

Una negra va en la popa,
va en la proa un español:
anda y anda el barco barco,
con ellos dos.

Pasan islas, islas, islas,
muchas islas, siempre más;
anda y anda el barco barco,
sin descansar.

Un cañón de chocolate
contra el barco disparó,
y un cañón de azúcar, azúcar,
le contestó.

¡Ay, mi barco marinero,
con su casco de papel!
¡Ay, mi barco negro y blanco
sin timonel!

Allá va la negra negra,
junto junto al español;
anda y anda el barco barco
con ellos dos.



3. El negro mar

La noche morada sueña
sobre el mar;
la voz de los pescadores
mojada en el mar;
sale la luna chorreando
del mar.

El negro mar.

Por entre la noche un son,
desemboca en la bahía;
por entre la noche un son.

Los barcos lo ven pasar,
por entre la noche un son,
encendiendo el agua fría.
Por entre la noche un son,
por entre la noche un son,
por entre la noche un son. . .

El negro mar.

-Ay, mi mulata de oro fino,
ay, mi mulata
de oro y plata,
con su amapola y su azahar,
al pie del mar hambriento y masculino,
al pie del mar.



4. Canción

¡De qué callada manera
se me adentra usted sonriendo,
como si fuera la primavera!
(yo, muriendo.)

Y de qué modo sutil
me derramó en la camisa
todas las flores de abril.

¿Quién le dijo que yo era
risa siempre, nunca llanto,
como si fuera la primavera?
(No soy tanto.)

En cambio, ¡qué espiritual
que usted me brinde una rosa
de su rosal principal!

¡De qué callada manera
se me adentra usted sonriendo,
como si fuera la primavera!
(Yo, muriendo.)



5. Mariposa

Quisiera hacer un verso que tuviera
ritmo de Primavera;
que fuera como una fina mariposa rara,
como una mariposa que volara
sobre tu vida, y cándida y ligera
revolara sobre tu cuerpo cálido
de cálida palmera
y al fin su vuelo absurdo reposara
–tal como en una roca azul de la pradera–
sobre la linda rosa de tu cara…

Quisiera hacer un verso que tuviera
toda la fragancia de la primavera
y que cual una mariposa rara revolara
sobre tu vida, sobre tu cuerpo, sobre tu cara.



6. Cerca

Cerca de ti, ¿por qué tan lejos verte?
¿Por qué noche decir, si es mediodía?
Si arde mi piel, ¿por qué la tuya es fría?
si digo vida yo, ¿por qué tú muerte?

Ay, ¿por qué este tenerte sin tenerte?
Este llanto ¿por qué, no la alegría?
¿Por qué de mi camino te desvía
quién me vence tal vez sin ser más fuerte?

Silencio. Nadie a mi dolor responde.
Tus labios callan y tu voz se esconde.
¿A quién decir lo que mi pecho siente?

A ti, François Villón, poeta triste,
lejana sombra que también supiste
lo que es morir de sed junto a la fuente.



7. Cómo no ser romántico y siglo XIX

Cómo no ser romántico y siglo XIX,
no me da pena,
cómo no ser Musset
viéndola esta tarde
tendida casi exangüe,
hablando desde lejos,
lejos de allá del fondo de ella misma,
de cosas leves, suaves, tristes.

Los shorts bien shorts
permiten ver sus detenidos muslos
casi poderosos,
pero su enferma blusa pulmonar
convaleciente
tanto como su cuello-fino-Modigliani,
tanto como su piel-margarita-trigo-claro,
Margarita de nuevo (así preciso),
en la chaise-longue ocasional tendida
ocasional junto al teléfono,
me devuelven un busto transparente
(Nada, no más un poco de cansancio).

Es sábado en la calle, pero en vano.
Ay, cómo amarla de manera
que no se me quebrara
de tan espuma tan soneto y madrigal,
me voy no quiero verla,
de tan Musset y siglo XIX
cómo no ser romántico.



8. No sé por qué piensas tú

No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo,
si somos la misma cosa
yo,
tú.

Tú eres pobre, lo soy yo;
soy de abajo, lo eres tú;
¿de dónde has sacado tú,
soldado, que te odio yo?

Me duele que a veces tú
te olvides de quién soy yo;
caramba, si yo soy tú,
lo mismo que tú eres yo.

Pero no por eso yo
he de malquererte, tú;
si somos la misma cosa,
yo,
tú,
no sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo.

Ya nos veremos yo y tú,
juntos en la misma calle,
hombro con hombro, tú y yo,
sin odios ni yo ni tú,
pero sabiendo tú y yo,
adónde vamos yo y tú...
¡No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo!



9. Tengo

Cuando me veo y toco
yo, Juan sin Nada no más ayer,
y hoy Juan con Todo,
y hoy con todo,
vuelvo los ojos, miro,
me veo y toco
y me pregunto cómo ha podido ser.

Tengo, vamos a ver,
tengo el gusto de andar por mi país,
dueño de cuanto hay en él,
mirando bien de cerca lo que antes
no tuve ni podía tener.
Zafra puedo decir,
monte puedo decir,
ciudad puedo decir,
ejército decir,
ya míos para siempre y tuyos, nuestros,
y un ancho resplandor
de rayo, estrella, flor.

Tengo, vamos a ver,
tengo el gusto de ir
yo, campesino, obrero, gente simple
tengo el gusto de ir
(es un ejemplo)
a un banco y hablar con el administrador
no en inglés,
no en señor,
sino decirle compañero, como se dice en español.

Tengo, vamos a ver,
que siendo un negro
nadie me puede detener
a la puerta de un dancing o de un bar.
O bien en la carpeta de un hotel
gritarme que no hay pieza,
una mínima pieza y no una pieza colosal,
una pequeña pieza donde yo pueda descansar.

Tengo, vamos a ver,
que no hay guardia rural
que me agarre y me encierre en un cuartel,
ni me arranque y me arroje de mi tierra
al medio del camino real.
Tengo que como tengo la tierra tengo el mar,
no country,
no jailáif,
no tenis y no yacht,
sino de playa en playa y ola en ola,
gigante azul abierto democrático:
en fin, el mar.

Tengo, vamos a ver,
que ya aprendí a leer,
a contar,
tengo que ya aprendí a escribir
y a pensar
y a reír.
Tengo que ya tengo
donde trabajar
y ganar
lo que me tengo que comer.
Tengo, vamos a ver,
tengo lo que tenía que tener.



10. Balada de los abuelos

Sombras que sólo yo veo,
me escoltan mis dos abuelos.

Lanza con punta de hueso,
tambor de cuero y madera:
mi abuelo negro.
Gorguera en el cuello ancho,
gris armadura guerrera:
mi abuelo blanco.

Pie desnudo, torso pétreo
los de mi negro;
pupilas de vidrio antártico
las de mi blanco.

África de selvas húmedas
y de gordos gongos sordos…
—¡Me muero!
(Dice mi abuelo negro).
Aguaprieta de caimanes,
verdes mañanas de cocos…
—¡Me canso!
(Dice mi abuelo blanco).
Oh velas de amargo viento,
galeón ardiendo en oro…
—¡Me muero!
(Dice mi abuelo negro.)
¡Oh costas de cuello virgen
engañadas de abalorios…!
—¡Me canso!
(Dice mi abuelo blanco.)
¡Oh puro sol repujado,
preso en el aro del trópico;
oh luna redonda y limpia
sobre el sueño de los monos!

¡Qué de barcos, qué de barcos!
¡Qué de negros, qué de negros!
¡Qué largo fulgor de cañas!
¡Qué látigo el del negrero!
Piedra de llanto y de sangre,
venas y ojos entreabiertos,
y madrugadas vacías,
y atardeceres de ingenio,
y una gran voz, fuerte voz,
despedazando el silencio.
¡Qué de barcos, qué de barcos,
qué de negros!

Sombras que sólo yo veo,
me escoltan mis dos abuelos.

Don Federico me grita
y Taita Facundo calla;
los dos en la noche sueñan
y andan, andan.
Yo los junto.

—¡Federico!
¡Facundo! Los dos se abrazan.
Los dos suspiran. Los dos
las fuertes cabezas alzan:
los dos del mismo tamaño,
bajo las estrellas altas;
los dos del mismo tamaño,
ansia negra y ansia blanca,
los dos del mismo tamaño,
gritan, sueñan, lloran, cantan.
Sueñan, lloran. Cantan.
Lloran, cantan.
¡Cantan!








martes, octubre 23, 2018

José Martí




JOSÉ MARTÍ



Nació el 28 de enero de 1853 en La Habana, Cuba.

Hijo de Mariano Martí Navarro, militar español, y de su esposa también española, Leonor Pérez Cabrera, originaria de las Islas Canarias. Fue el mayor de siete hermanas: Leonor, Mariana, María de Carmen, María de Pilar, Rita Amelia, Antonia y Dolores. Le bautizaron el 12 de febrero en la iglesia de Santo Ángel Custodio.

Cuando tenía cuatro años, su familia se trasladó de Cuba a Valencia, España, tierra de su padre, pero dos años más tarde regresaron a la isla y asistió a una escuela pública local, en el barrio de Santa Clara, donde su padre trabajó como guardia de prisión. Cursó estudios en el colegio San Anacleto, donde conoció a Fermín Valdés Domínguez, y en la Escuela Municipal de Varones de La Habana, dirigida por Rafael María Mendive. A los diez años escribía correctamente y a los trece ingresó en la segunda enseñanza.

De adolescente dirigió publicaciones estudiantiles. En 1867, se inscribió en la Escuela Profesional de Pintura y Escultura de La Habana, conocida como San Alejandro, para tomar clases de dibujo.

Cuando la Guerra de los Diez Años estalló en 1868, José y su amigo Fermín se unieron la causa nacionalista cubana. El 21 de octubre de 1869, fue detenido y encarcelado bajo la acusación de traición y soborno; Martí confesó los cargos y fue condenado a seis años de prisión. Su madre escribió cartas al gobierno solicitando su libertad, y su padre contrató a un abogado amigo. Fue obligado a realizar trabajos forzados en las canteras de La Habana. Poco después le indultaron y le trasladaron a Isla de Pinos. Se le conmutó la pena por el destierro.

El 15 de enero de 1871, parte con rumbo a España. En Madrid publicó su denuncia El presidio político en Cuba. Cursó estudios en la Universidad de Madrid; en mayo de 1873, en la Universidad de Zaragoza, realizando el bachillerato paralelamente con los estudios universitarios. El 27 de junio de 1874, recibió el título de bachiller. El 24 de octubre, se graduó en Filosofía y Letras. Salió de España y visitó otras ciudades de Europa.

En enero de 1875, llegó a Inglaterra desde donde partió hacia México. El 8 de febrero, desembarcó en Veracruz, continuando su viaje hacia la capital del país. Publicó por entonces en la Revista Universal y en El Federalista.

En 1876, contrajo matrimonio con Carmen Zayas Bazán, con quien tuvo a su único hijo: José Francisco Martí Zayas-Bazan, "Ismaelillo" (1878-1945). En 1878 regresó a su país.

Trabajó como abogado y obtuvo permiso para impartir clases. Fue detenido el 17 de septiembre de 1879 siendo deportado nuevamente hacia España acusado de conspiración. El 3 de enero de 1880, llegó a Nueva York, donde le nombraron vocal del Comité Revolucionario Cubano.

Reconocido como la figura política más universal de su tiempo, considerado un brillante periodista, ensayista de primera línea, poeta excelso, diplomático al servicio de varios países, catedrático de lengua inglesa, literatura francesa, italiana y alemana y de Historia de la Filosofía, políglota, crítico de arte y literatura, traductor y renovador de la lengua. Admirado intelectual que, en un siglo dominado por lo europeo, confirió universalidad a las letras hispanoamericanas. Al igual que otras figuras ilustres de la independencia americana, fue iniciado en la Masonería. Organizó un partido, un ejército y una guerra. Fue un respetado jefe que puso bajo su mando a una pléyade de curtidos generales.

Martí fue el primero en incorporar la estética al discurso político, describiendo las monstruosidades de la esclavitud con una belleza que reforzaba la repulsa. Denunció el colonialismo español sin ofender a España y describió los defectos de la sociedad norteamericana, sin deponer su admiración por las realizaciones de sus sabios y de su pueblo.

En 1892, fundó el periódico Patria, y en 1894, encabezó a un grupo de revolucionarios armados que pretendían invadir Cuba, acción que fue interceptada en Florida, teniendo que regresar.

El 11 de abril de 1895, desembarcó con Máximo Gómez y otros cuatro patriotas en Playitas, provincia de Oriente. El 15 de abril recibió los grados de Mayor general del Ejército Libertador. El 25 de marzo de 1895, lanzó en Santo Domingo el memorable Manifiesto de Montecristi. El 18 de mayo escribió a Manuel Mercado una carta que está considerada como su testamento político.

Casi nunca gozó de buena salud. A los 18 años se le diagnosticó sarcoidosis en España, y probablemente también sufrió de problemas oculares, del sistema nervioso, cardíacos y fiebres. Se cree que también padeció un sarcocele (tumor quístico de testículo) con abundancia de líquido. Para aliviar su dolor se le puncionaba continuamente. Finalmente, el tumor le fue extirpado.

Poco después de haber regresado a Cuba para iniciar la que llamó "la guerra necesaria", murió cuando cabalgaba, sin saberlo, vestido de negro sobre un caballo blanco hacia un grupo de soldados españoles ocultos, siendo alcanzado por tres disparos que acabaron con su vida en Dos Ríos, cerca de la confluencia de los ríos Contramaestre y Cauto, el 19 de mayo de 1895.

Fue sepultado el día 27, en el Cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba.



1. La Niña de Guatemala

Quiero, a la sombra de un ala,
Contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala,
La que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos,
Y las orlas de reseda
Y de jazmín: la enterramos
En una caja de seda.

...Ella dio al desmemoriado
Una almohadilla de olor:
El volvió, volvió casado:
Ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
Obispos y embajadores:
Detrás iba el pueblo en tandas,
Todo cargado de flores.

...Ella, por volverlo a ver,
Salió a verlo al mirador:
El volvió con su mujer:
Ella se murió de amor.

Como de bronce candente
Al beso de despedida
Era su frente ¡la frente
Que más he amado en mi vida!

...Se entró de tarde en el río,
La sacó muerta el doctor:
Dicen que murió de frío:
Yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
La pusieron en dos bancos:
Besé su mano afilada,
Besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
Me llamó el enterrador:
¡Nunca más he vuelto a ver
A la que murió de amor!



2. En ti pensaba, en tus cabellos

En ti pensaba, en tus cabellos
que el mundo de la sombra envidiaría,
y puse un punto de mi vida en ellos
y quise yo soñar que tú eras mía.

Ando yo por la tierra con los ojos
alzados - ¡oh, mi afán!- a tanta altura
que en ira altiva o míseros sonrojos
encendiólos la humana criatura.

Vivir: -Saber morir; así me aqueja
este infausto buscar, este bien fiero,
y todo el Ser en mi alma se refleja,
y buscando sin fe, de fe me muero.



3. Yo soy un hombre sincero

Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.

Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.

Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.

Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.

Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros,
Volando las mariposas.

He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.

Rápida, como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo,
Cuando ella me dijo adiós.

Temblé una vez -en la reja,
A la entrada de la viña, -
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.

Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca: -cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcaide llorando.

Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro, -es
Que mi hijo va a despertar.

Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor,
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.

Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La víbora del veneno.

Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.

Yo he puesto la mano osada,
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.

Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.

Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.

Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto.
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.

Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.



4. La copa envenenada

¡Desde que toqué, señora, vuestra mano
Blanca y desnuda en la brillante fiesta,
En el fiel corazón intento en vano
Los ecos apagar de aquella orquesta!

Del vals asolador la nota impura
Que en sus brazos de llama suspendidos
Rauda os llevaba -al corazón sin cura,
Repítenla amorosos mis oídos.

Y cuanto acorde vago y murmurio
Ofrece al alma audaz la tierra bella,
Fíngelos el espíritu sombrío-
Tenue cambiante de la nota aquella.

¡Oigola sin cesar! Al brillo, ciego,
En mi torno la miro vagorosa
Mover con lento son alas de fuego
Y mi frente a ceñir tenderse ansiosa.

¡Oh! mi trémula mano bien sabría
Al aire hurtar la alada nota hirviente
Y, con arte de dulce hechicería,
Colgando adelfas a la copa ardiente,

En mis sedientos brazos desmayada
Daros, señora, matador perfume:
Mas yo apuro la copa envenenada
Y en mí acaba el amor que me consume.



5. Es rubia: el cabello suelto

Es rubia: el cabello suelto
Da más luz al ojo moro:
Voy, desde entonces, envuelto
En un torbellino de oro.

La abeja estival que zumba
Más ágil por la flor nueva,
No dice, como antes, «tumba»:
«Eva» dice: todo es «Eva».

Bajo, en lo oscuro, al temido
Raudal de la catarata:
¡Y brilla el iris, tendido
Sobre las hojas de plata!

Miro, ceñudo, la agreste
Pompa del monte irritado:
¡Y en el alma azul celeste
Brota un jacinto rosado!

Voy, por el bosque, a paseo
A la laguna vecina:
Y entre las ramas la veo,
Y por el agua camina.

La serpiente del jardín
Silba, escupe, y se resbala
Por su agujero: el clarín
Me tiende, trinando, el ala.

¡Arpa soy, salterio soy
Donde vibra el Universo:
Vengo del sol, y al sol voy:
Soy el amor: ¡soy el verso!



6. Canto de Otoño

Bien; ¡ya lo sé!: -la muerte está sentada
A mis umbrales: cautelosa viene,
Porque sus llantos y su amor no apronten
En mi defensa, cuando lejos viven
Padres e hijo. -al retornar ceñudo
De mi estéril labor, triste y oscura,
Con que a mi casa del invierno abrigo,
De pie sobre las hojas amarillas,
En la mano fatal la flor del sueño,
La negra toca en alas rematada,
Ávido el rostro, - trémulo la miro
Cada tarde aguardándome a mi puerta
En mi hijo pienso, y de la dama oscura
Huyo sin fuerzas devorado el pecho
De un frenético amor! Mujer más bella
No hay que la muerte!: por un beso suyo
Bosques espesos de laureles varios,
Y las adelfas del amor, y el gozo
De remembrarme mis niñeces diera!
...Pienso en aquél a quien el amor culpable
trajo a vivir, - y, sollozando, esquivo
de mi amada los brazos: - mas ya gozo
de la aurora perenne el bien seguro.
Oh, vida, adiós: - quien va a morir, va muerto.
Oh, duelos con la sombra: oh, pobladores
Ocultos del espacio: oh formidables
Gigantes que a los vivos azorados
Mueren, dirigen, postran, precipitan!
Oh, cónclave de jueces, blandos sólo
A la virtud, que nube tenebrosa,
En grueso manto de oro recogidos,
Y duros como peña, aguardan torvos
A que al volver de la batalla rindan
-como el frutal sus frutos-
de sus obras de paz los hombres cuenta,
de sus divinas alas!... de los nuevos
árboles que sembraron, de las tristes
lágrimas que enjugaron, de las fosas
que a los tigres y víboras abrieron,
y de las fortalezas eminentes
que al amor de los hombres levantaron!
¡esta es la dama, el Rey, la patria, el premio
apetecido, la arrogante mora
que a su brusco señor cautiva espera
llorando en la desierta espera barbacana!:
este el santo Salem, este el Sepulcro
de los hombres modernos: -no se vierta
más sangre que la propia! No se bata
sino al que odia el amor! Únjase presto
soldados del amor los hombres todos!:
la tierra entera marcha a la conquista
De este Rey y señor, que guarda el cielo!
...Viles: el que es traidor a sus deberes.
Muere como traidor, del golpe propio
De su arma ociosa el pecho atravesado!
¡Ved que no acaba el drama de la vida
En esta parte oscura! ¡Ved que luego
Tras la losa de mármol o la blanda
Cortina de humo y césped se reanuda
El drama portentoso! ¡y ved, oh viles,
Que los buenos, los tristes, los burlados,
Serán en la otra parte burladores!
Otros de lirio y sangre se alimenten:
¡Yo no! ¡yo no! Los lóbregos espacios
rasgué desde mi infancia con los tristes
Penetradores ojos: el misterio
En una hora feliz de sueño acaso
De los jueces así, y amé la vida
Porque del doloroso mal me salva
De volverla a viví. Alegremente
El peso eché del infortunio al hombro:
Porque el que en huelga y regocijo vive
Y huye el dolor, y esquiva las sabrosas
Penas de la virtud, irá confuso
Del frío y torvo juez a la sentencia,
Cual soldado cobarde que en herrumbre
Dejó las nobles armas; ¡y los jueces
No en su dosel lo ampararán, no en brazos
Lo encumbrarán, más lo echarán altivos
A odiar, a amar y a batallar de nuevo
En la fogosa y sofocante arena!
¡Oh! ¿qué mortal que se asomó a la vida
vivir de nuevo quiere? ...
Puede ansiosa
La Muerte, pues, de pie en las hojas secas,
Esperarme a mi umbral con cada turbia
Tarde de otoño, y silenciosa puede
Irme tejiendo con helados copos
Mi manto funeral.
No di al olvido
Las armas del amor: no de otra púrpura
Vestí que de mi sangre.
Abre los brazos, listo estoy, madre Muerte:
¡Al juez me lleva!
¡Hijo! ...Qué imagen miro? qué llorosa
Visión rompe la sombra, y blandamente
Como con luz de estrella la ilumina?
Hijo!... qué me demandan tus abiertos
Brazos? A qué descubres tu afligido
Pecho? Por qué me muestran tus desnudos
Pies, aún no heridos, y las blancas manos
Vuelves a mí?
Cesa! calla! reposa! Vive: el padre
No ha de morir hasta que la ardua lucha
Rico de todas armas lance al hijo!-
Ven, oh mi hijuelo, y que tus alas blancas
De los abrazos de la muerte oscura
Y de su manto funeral me libren!


7. Bosque de rosas

Allí despacio te diré mis cuitas;
Allí en tu boca escribiré mis versos!—
Ven, que la soledad será tu escudo!
Pero, si acaso lloras, en tus manos
Esconderé mi rostro, y con mis lágrimas
Borraré los extraños versos míos.

Sufrir ¡tú a quien yo amo, y ser yo el casco
Brutal, y tú, mi amada, el lirio roto?
Oh, la sangre del alma, tú la has visto?
Tiene manos y voz, y al que la vierte
Eternamente entre la sombra acusa.
¡Hay crímenes ocultos, y hay cadáveres
De almas, y hay villanos matadores!
Al bosque ven: del roble más erguido
Un pilón labremos, y en el pilón
Cuantos engañen a mujer pongamos!

Esta es la lidia humana: la tremenda
Batalla de los cascos y los lirios!
Pues los hombres soberbios ¿no son fieras?
Bestias y fieras! Mira, aquí te traigo
Mi bestia muerta, y mi furor domado.—
Ven, a callar; a murmurar; al ruido
De las hojas de Abril y los nidales.
Deja, oh mi amada, las paredes mudas
De esta casa ahoyada y ven conmigo
No al mar que bate y ruge sino al bosque
De rosas que hay al fondo de la selva.
Allí es buena la vida, porque es libre—
Y la virtud, por libre, será cierta,
Por libre, mi respeto meritorio.
Ni el amor, si no es libre, da ventura.
¡Oh, gentes ruines, las que en calma gozan
De robados amores! Si es ajeno
El cariño, el placer de respetarlo
Mayor mil veces es que el de su goce;
Del buen obrar ¡qué orgullo al pecho queda
Y cómo en dulces lágrimas rebosa,
Y en extrañas palabras, que parecen
Aleteos, no voces! Y ¡qué culpa
La de fingir amor! Pues hay tormento
Como aquél, sin amar, de hablar de amores!
Ven, que allí triste iré, pues yo me veo!
Ven, que la soledad será tu escudo!



8. Flores del cielo

Leí estos versos de Ronsard:
«Je vous envoie un bouquet que ma main
Vient de trier de ces fleurs épanouies»,
y escribí esto:

¿Flores? ¡No quiero flores! Las del cielo
Quisiera yo segar!
Cruja, cual falda
de monte roto, esta cansada veste
que me encinta y engrilla con sus miembros
como con sierpes, — y en mi alma sacian
su hambre, y asoman a la cueva lóbrega
donde mora mi espíritu, su negra
cabeza, y boca roja y sonriente! —
Caiga, como un encanto, este tejido
enmarañado, de raíces! —Surjan
donde mis brazos alas, — y parezca
que, al ascender por la solemne atmósfera,
de mis ojos, del mundo a que van llenos,
ríos de luz sobre los hombres rueden!

Y huelguen por los húmedos jardines
bardos tibios segando florecillas: —
Yo, pálido de amor, de pie en las sombras,
envuelto en gigantesca vestidura
de lumbre astral, en mi jardín, el cielo,
un ramo haré magnífico de estrellas:
¡No temblará de asir la luz mi mano!;

Y buscaré, donde las nubes duermen,
amada, y en su seno la más viva
le prenderé, y esparciré las otras
por su áurea y vaporosa cabellera.



9. Sé, mujer, para mí, como paloma...

Sé, mujer, para mí, como paloma
Sin ala negra:
Bajo tus alas mi existencia amparo:
¡No la ennegrezcas!
Cuando tus pardos ojos, claros senos
De natural grandeza,
En otro que no en mí sus rayos posan
¡Muero de pena!

Cuando miras, envuelves, cuando miras,
Acaricias y besas:
Pues ¿cómo he de querer que a nadie mires,
Paloma de ala negra?



10. Y te busqué por pueblos...

Y te busqué por pueblos,
Y te busqué en las nubes,
Y para hallar tu alma,
Muchos lirios abrí, lirios azules.

Y los tristes llorando me dijeron:
¡Oh, qué dolor tan vivo!
¡Que tu alma ha mucho tiempo que vivía
En un lirio amarillo!

Mas dime ¿cómo ha sido?
¿Yo mi alma en mi pecho no tenía?
Ayer te he conocido,
Y el alma que aquí tengo no es la mía.







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