lunes, octubre 08, 2018

Jorge Debravo


JORGE DEBRAVO



Jorge Delio Bravo Brenes nació en Guayabo de Turrialba, Costa Rica, el 31 de enero de 1938. Sus padres fueron Joaquín Bravo Ramírez y Cristina Brenes, campesinos pobres.

En Guayabo no había escuela y la más cercana, en Santa Cruz, estaba a cuatro horas de camino. Su mamá le enseñó a poner el nombre y las letras. Él escribía en hojas de plátano con un palito y más adelante compraba casquillos y hervía bayas que le daban una tinta color morado oscuro.

Para ayudar al papá trabajaba hasta las dos de la tarde, de esa hora en adelante hizo una milpa y con lo que sacó se compró un diccionario que fue su primer libro. En la escuela de Santa Cruz su maestra Teresa de Albán, le consiguió una beca para que terminara la primaria a Turrialba.

Allí en Turrialba comenzó a darse a conocer publicando sus primeros versos en "El Turrialbeño". En 1961 la Caja del Seguro lo mandó a San Isidro del General como inspector. En 1965 terminó su bachillerato.

Indiscutiblemente Debravo es uno de los poetas costarricenses más leídos y es quizá la figura más relevante de la poesía nacional, no sólo por la sencillez de su verso, sino también por el intenso humanismo del contenido, que va desde la exaltación del amor sexual hasta esa obsesión tan suya del amor y la justicia para el prójimo.

Muere en San José el 4 de agosto de 1967 en un accidente automovilístico, a los 29 años cumplidos, cuando acababa de matricularse en la Universidad.

A pesar de su corta vida dejó una importante obra premiada póstumamente en su país con el Premio Nacional de Poesía. Entre sus libros se destacan «Milagro abierto» en 1959, «Bestiecillas plásticas» en 1960, «Devocionario del amor sexual» en 1963, «Nosotros los hombres» en 1966, «Canciones cotidianas» en 1967, «Los despiertos» (póstumo) en 1972 y «Vórtices» (póstumo) en 1999.




1. Milagros

Misteriosas sustancias emergen de la luz.
Genésicas materias laboran en la noche.

Una mañana amanecerá la muerte
recolectando flores,
subiendo por la savia y por la sangre
para besar al hombre.

Y el tiempo llenará
de ojos los relojes,
para ver el milagro
del hombre haciendo al hombre.



2. Nosotros los hombres

Vengo a buscarte, hermano, porque traigo el poema,
que es traer el mundo a las espaldas.

Soy como un perro que ruge a solas, ladra
a las fieras del odio y de la angustia,
echa a rodar la vida en mitad de la noche.

Traigo sueños, tristezas, alegrías, mansedumbres,
democracias quebradas como cántaros,
religiones mohosas hasta el alma,
rebeliones en germen echando lenguas de humo,
árboles que no tienen
suficientes resinas amorosas.

Estamos sin amor, hermano mío,
y esto es como estar ciegos en mitad de la tierra.



3. Desvestido

La noche, deseosa, apenumbrada,
te quitó sin pensar las zapatillas...
y —por sentirse blanca y alumbrada—
desnudó blancamente tus rodillas.

Luego —por diversión, sin decir nada—
la noche se llevó tu blusa larga
y te arrancó la falda ensimismada
como una cosa tímida y amarga.

Después te colocaste travesura:
desnudaste tus pechos por ternura
y —hablando de un amor vago, inconexo—

Porque si y porque no, a medio reproche,
desnudaste también, entre la noche,
la noche pequeñita de tu sexo.



4. Dioses

Los dioses son estatuas de humo y viento
que se tuercen, alargan,
y se cambian de ser
como cambian de blusa las muchachas.

Alguna vez usaron cuernos, luego
se envolvieron en carne de montaña,
aprendieron a usar huesos de hombre
y se vistieron una barba blanca.

Una noche compraron zapatillas
y perdieron sus prístinas sandalias.
Y un día cualquiera rodearán la tierra
charlando amables con los cosmonautas.



5. Digo

El hombre no ha nacido
para tener las manos
amarradas al poste de los rezos.

Dios no quiere rodillas humilladas
en los templos,
sino piernas de fuego galopando,
manos acariciando las entrañas del hierro,
mentes pariendo brasas,
labios haciendo besos.

Digo que yo trabajo,
vivo, pienso,
y que esto que yo hago es un buen rezo,
que a Dios le gusta mucho
y respondo por ello.

Y digo que el amor
es el mejor sacramento,
que os amo, que amo
y que no tengo sitio en el infierno.



6. Apunte interior

Hoy mi vida no tiene peso alguno:
es un viento, menos que un viento, menos
que una raya de luz.
Ahora ninguno
puede ser oneroso.
No hay terrenos
resquemores debajo de mi alma.

Mi sangre es una roja armonía viva.
Estoy en armonía con la brasa y la calma,
con la voz amorosa y la voz vengativa.

Parece que mis manos no existieran, parece
que mi cuerpo nadara en un agua inocente.
Como un viento desnudo de mi corazón se mece
y hace sonar campanadas dulcemente.



7. El parto

Mujer, toda mi sangre está presente
contigo en esa lucha que sostienes.
Contigo está mi amor incandescente
y en tu llanto y tu duelo me contienes.

Nunca en la vida estuve tan de prisa
tan lleno de relámpagos y ruegos,
como ahora que ha muerto tu sonrisa
y están con tu dolor todos los fuegos.

Nunca estuvo mi amor tan a tu lado,
nunca como esta noche de tortura
cuando sufre mi amor crucificado
en el mismo tablón de tu amargura.



8. Estación

Nos han cambiado el sudor
por el corazón de un barco.

Por el napalm y la bala
nos han cambiado el abrazo.

Nos han cambiado el amor
por un puñado de uranio.

Nos han cambiado los ojos
por un radar amaestrado.

Y nos han cambiado el padre
y el hijo por el soldado.



9. Esta canción amarga

Sufro tanto que a veces ni siquiera
sé si sufro por mí o por el obrero.
El sufrimiento nace, simplemente.
Es como un árbol ciego.

No lo busco, lo llamo ni lo aguardo.
Nace cuando lo quiere.
Es como un chorro de alcohol, como una
almohada de alfileres.

Es amargo y sangriento a medianoche
y a veces -sin permiso- en las aceras.
Me anuda la camisa hasta asfixiarme.
Me riega ácidos malos en las venas.

Sin embargo, hermanos, cuando falta
es como si mi carne estuviera vacía.
Como si no corriera el jugo de mi sangre.
Como si a chorros, roja, se me huyera la vida.



10. Hombre

Soy hombre, he nacido,
tengo piel y esperanza.
Yo exijo, por lo tanto,
que me dejen usarlas.

No soy dios: soy un hombre
(como decir un alga).
Pero exijo calor en mis raíces,
almuerzo en mis entrañas.

No pido eternidades
llenas de estrellas blancas.
Pido ternura, cena,
silencio, pan, casa...

Soy hombre, es decir,
animal con palabras.
Y exijo, por lo tanto,
que me dejen usarlas.







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