lunes, octubre 01, 2018

Luis Vidales


LUIS VIDALES



Nació en Calarcá, 1900 y falleció en Bogotá, 1990. Poeta colombiano autor de Suenan timbres (1926), el mejor y casi único poemario vanguardista en Colombia, cuya índole innovadora se manifiesta en la ruptura con los esquematismos y en la búsqueda de nuevas formas expresivas de la sensibilidad contemporánea.

Luis Vidales estudió en Bogotá y en París, en la Sorbona y la Escuela de Altos Estudios. En sus años jóvenes colaboró con diversas publicaciones literarias y políticas y residió en Génova, con el cargo de cónsul. De regreso a Colombia, fue uno de los fundadores del partido comunista y su secretario general. Por su actividad política fue detenido treinta y siete veces y expulsado de su cátedra de la Universidad Nacional en 1945. Entre 1953 y 1960 se estableció en Chile.

Vidales se inició en la poesía muy joven, componiendo versos modernistas al modo de Rubén Darío; en las reuniones del grupo de Los Nuevos entabló una amistad que sería decisiva con Luis Tejada, el cual le incitó a escribir algo más que sonetos. Cuando Vidales leyó algunos versos de su obra Suenan timbres en el café Windsor, lugar de reunión de Los Nuevos, Luis Tejada colmó de elogios la obra. Las composiciones de Suenan timbres, aparecidas en 1926, le valieron el honor de ser incluido por Jorge Luis Borges, Vicente Huidobro y Alberto Hidalgo en su Índice de la nueva poesía americana (1926), en la que Vidales fue el único colombiano de los sesenta y dos poetas hispanoamericanos seleccionados.

Suenan timbres fue la única obra poética estrictamente vanguardista escrita en Colombia en aquella época; de ahí el escándalo y la incomprensión con que fue recibida en su país. No había medida en los versos, ni rima, ni ritmo; sus temas no eran sentimentales, ni su lenguaje el que habitualmente se encontraba en obras poéticas. En su lugar, el poemario trata temas cotidianos, con el lenguaje del pueblo de la calle; se trataba de una poesía de ideas, expresada en un tono juguetón y humorístico. Vidales cedió a la intuición renovadora de José Asunción Silva y se apropió con sagacidad de las grueguerías de Ramón Gómez de la Serna. Con él irrumpió en el país esa antipoesía que cobija lo feo y lo cotidiano. Su afán de soberanía expresiva recuerda a Vicente Huidobro y su osadía, a Picasso. El influjo del libro en el desarrollo posterior de la literatura en Colombia fue considerable, especialmente en las recientes voces líricas nacionales.

En 1978 Luis Vidales volvió a la poesía con obras de temática política como La Obreriada (1978) y Poemas del abominable hombre del barrio Las Nieves (1985). Otras obras en verso que deben citarse son su Antología poética (1985) y El libro de los fantasmas (1986). Cultivó además el ensayo en Tratado de estética (1945), La insurrección desplomada (1948), La circunstancia social en el arte (1973) e Historia de la estadística en Colombia (1978). En 1982 la Universidad de Antioquia le otorgó el Premio Nacional de Poesía en reconocimiento a su obra y, en 1983, la Unión Soviética le concedió el Premio Lenin de la Paz.





1. El gato

El gato se acomoda
en el hueco del sueño.

Lo miro con tristeza
porque dormirse
es lo mismo
que perder un mundo.

Indolente
estila posturas dentro de su forma
como esculpiendo
fugitivas figuras
de gatos.

Oigo el tardo
envolver el ovillo de su música.
Y esto he comprendido.
A la hora en que los gatos duermen
–afuera– en los tejados
andan las sombras solas.

Gatos negros
que caen de la luna.



2. La música

En el rincón
oscuro del café
la orquesta
es un extraño surtidor.

La música se riega
sobre las cabelleras.

Pasa largamente
por la nuca
de los borrachos dormidos.

Recorre las aristas de los cuadros
ambula por las patas
de los asientos
y de las mesas
y gesticulante
y quebrada
va pasando a rachas
por el aire turbio.

En mi plato
sube por el pastel desamparado
y lo recorre
como lo recorrería
una mosca.

Intensamente
da vueltas en un botón
de mi d’orsey.

Luego –desbordada–
se expande en el ambiente.
Entonces todo es más amplio
y como sin orillas
Por fin
desciende la marea
y quedan
cada vez más lejanas
más lejanas
unas islas de temblor
en el aire.



3. Oración de los bostezadores

Dedicado a Leo Le Gris
Bostezador

SEÑOR.
Estamos cansados de tus días
y tus noches.

Tu luz es demasiado barata
y se va con lamentable frecuencia.
Los mundos nocturnales
producen un pésimo alumbrado
y en nuestros pueblos
nos hemos visto precisados a sembrarle a la noche
un cosmos de globitas eléctricas.

Señor.
Nos aburren tus auroras
y nos tienen fastidiados
tus escandalosos crepúsculos.
¿Por qué un mismo espectáculo todos los días
desde que le diste cuerda al mundo?

Señor.
Deja que ahora
el mundo gire al revés
para que las tardes sean por la mañana
y las mañanas sean por la tarde.
O por lo menos
–Señor–
si no puedes complacernos
entonces
–Señor–
te suplicamos todos los bostezadores
que transfieras tus crepúsculos
para las 12 del día.
Amén.



4. Los fantasmas del aire

Veníamos a construir nuestro olvido
al más secreto rincón de la casa
sin saber que en nuestros brazos
teníamos aprisionado el fantasma
alguien dijo no hay aparecidos
aparecidos tú y tu amiga
y supimos que un desconocido nos abriga
y guarda la reserva
¿quién pues dejó caer el corazón del universo
en la ola que pasa?
el trueno abre los granos en la era
y el girasol orienta
su campo electromagnético
¿y quién pues lo ha visto?
¿quién pues lo palpa?
así tú y yo bajo este inmenso halo
veníamos a construir nuestro olvido
sin saber que en nuestros brazos
teníamos aprisionado el fantasma.



5. El absorto

Embebido en el diario, tatuado de letras,
una leve caída de otoño
al vuelo de las páginas.

Comprendía la última noticia entre los árboles
en la voz del labriego el paisaje
en el trigal el alfabeto de los campos.

El absorto. Leía
la llamada sideral en la ola,
en el río los pequeños ayeres
y en la entrepiel del rostro
el color de Judas tiñendo conciencias.
Definitivamente, el absorto.

La piedra no dejada de musitar
su estelar procedencia.
Una vez preguntó: ¿de qué árbol será la madera
de la cruz que preside
las fugas del tiempo?

Y oyó la sonrisa de los objetantes.



6. Oímos a veces un canto…

Oímos a veces un canto
bajo la delgada piel del alma, ¿es ésta acaso su voz?

En su huso de luceros teje su tela la vida
y ya no sé cómo me vistes, árbol, flor;
cómo, cielo de hoy, sigues mansamente mi ruta,
ni cómo darle al verso este olor a limón.

Eternidad del oleaje, la curvatura del pétalo
le da la vuelta a la rosa en la curvatura del cosmos,
y he aquí que en la ancha sala del aire
nuestra voz sabe pulir sus ánforas.

Oímos a veces un canto…

La noche duerme al fondo del amor.
La noche. Y el hijo como beso crecido.
Oímos a veces un canto en la provincia del corazón.



7. La casa de los padres

Nocturno en pleno día.
La página de cristal de la casa
es de difícil lectura.

No sé qué me ocurre con solo recordar
en este río que pasa por las calles
las nubes de nohacemucho.

Alguien corre bajo la lluvia.
¿Qué cosa es esa especie de flamenco,
de fantasma de ave o pájaro agorero
volando a ras de tierra bajo la lluvia
con el modesto nombre de paraguas?

¡Hace tan poco le vi llevarle al brazo
como el azor de otros tiempos!
Alguien corre ahora con este espectro izado.
La lluvia lo cubre de un ropaje más celeste
que el del sol cuando nos hace más de día
por un costado que por otro.
Su sombra debe andar ahora por sirio.

La chica de mi cuadra vocea el periódico de la tarde.
Cuando salgo
no puedo contener la imagen
de un ángel con las alas plegadas recostado a mi puerta.
Su voz es el único círculo que no moja el agua
y no importa que la luna no haya asomado su círculo,
se sabe que está ahí, rondada por cohetes.

Los poetas de antaño se horrorizarían de su mentirosa beldad.
Como nosotros ahora
bajo la página del cristal de la casa
mirando en el río de las calles
ya de lodo y basuras que el agua arrastra
las nubes que no ha mucho hacían soñar a los poetas y a los niños.



8. El hueco
       
Mis versos dicen.
Hueco
único sitio habitable.
Casas.
Casas.
Casas.
Huecos interrumpidos por paredes y puertas.
Huecos divididos en cuadros.

Mi vida
mi vida transeúnte
está llena de las troneras
de las horribles cavernas
que las casas les hacen a los huecos.

Y ya no puedo
borrar en mí la sensación
de los huecos de la ciudad
encerrados en los cajones de los cuartos.



9. El paseo
        
El cielo espejea entre los árboles.
Los árboles se imaginan
que están a orillas de un lago color violeta.
Nosotros advertimos el engaño
y a grandes voces espantamos a los árboles
como si se tratara
de unos altos pájaros verdes
que hubieran escondido
en el plumaje
la otra pierna.

Cuando volvemos a casa
empieza a holgar en mi cabeza
el sombrero de copa de la noche.



10. Las nubes

Las nubes son almas de mujeres
que perecieron ahogadas.
Mentira.
Las nubes son las ropas blancas
que el viento se lleva
de los alambres de los patios.
También mentira.
Porque
- ¿las nubes? -
Naciones que hacen el mapa del cielo.
Continentes
países
islas
las manchas blancas de las nubes.
¡Oh! mi patria
mi única patria.








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