lunes, junio 10, 2019

Francois Villanueva Paravicino


FRANCOIS VILLANUEVA PARAVICINO

Biografía


Escritor peruano (Ayacucho, 1989). Bachiller en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América “Los jóvenes cuentan” (2007). Textos suyos aparecen en la antología Recitales “Ese Puerto Existe”, muestra poética 2010-2011 (2013). Ha publicado el libro de relatos Cuentos del Vraem (2017) y el poemario El cautivo de blanco (2018); además publicó en Amazon su primera novela Los bajos mundos (2018). Actualmente cursa la Maestría en Escritura Creativa de la UNMSM.


Sus poemas


Luna de azul marino

La luna titilante me observa con soberbia
Es una amiga cariñosa ante mis delirios
Una alegría en sus senos de Valdelirios
Creo ella es dulce, tan pura, muy sabia.

Oculta la sonrisa, ella tan triste canta
Con una lágrima de andaluz eufonía
Con el vendaval harto la atormenta
Las grises canciones son su manía.

Las serias razones no existen a su lado
Es mejor voltear hacia la hoja en blanco
Olvidar las espinas escarlatas del pasado
Y embriagarse con las ideas del bardo.

Distinguir la luz en el largo camino
Que nos espera como el fiel canino
Tras sendas horas de trabajo cansino
De una luna de color azul marino.



Autocontrol

No puedo dominar mis instintos
No los controlo ni queriendo
Las palabras sucias, las malas ideas
Son pan de cada día y trémulo
Dudo de todo demasiado, demasiado
Me adentro a la mundanal bulla
Enmarrocado ante lo flamígero
Creo que no nací para esto y dale
Eternizo cargando cántaros llenos
Con una tenia devorando mi testa
Flaco, enjuto, eso me tiene así
Sin poder luchar, sin trofeos
Qué te pasa, alucinado, preguntan
Has nacido tarde, el horizonte
Crece rojo como dos tiranos
Cabalgando tres triciclos tristes
Tus horas son otras mañanas
Donde todos eran un reformatorio
Mala vida, hoy necesitas autocontrol.



La flor sepultada

He sepultado la flor de tu amor entre la hierba azul
Estaba marchita y, lo siniestro, tenía tres rostros
El primero era de adonis cual estatua de mármol
El segundo era sublime cual la melodía del edén
Y el último, el más dominante, era espeluznante
Como el endriago, mitad humano, mitad animal
La tenía aferrado a mi pecho como un hijo agónico
Y me quité las vendas para sentirla en la ardua lluvia 
Dormí, desperté, y volví sin fe donde la sepultada
Tras silencios de siglos, tras distancias eternas
Como un viajero regresa a la montaña del alma
Luego de resucitar con otra conciencia oscura
La desenterré con presteza y lágrimas en los ojos
Tratando de recordar el verdadero valor del tesoro 
Encontré fatídicamente cenizas, polvo y calaveras
Pero no aquella flor marchita de tres rostros, ¡no!
Así es la esperanza en el amor no destinado
Como una Babel se encumbra para derrumbarse
Y si la entierras en lo más oscuro de tu corazón
Al final desaparecerá entre la aberración eterna.



Vértigo aéreo

Las ramas vistan lejanas las ranas
Y la lluvia de las carnales
No mojan el césped
Del manicomio.

Como la mar, el barco baila
En los murales celestes
De Eiffel nocturno
Alto ebrio.

El crepúsculo es harto más bello
Desde la Luna Satelital
Se borran los tonos
Del despertador.

Un rapsoda montó ligero
Su Nave Espacial
Y se desmayó
Expiró.

Los rosales canjean ternuras
Y vista desde arriba
Son microbios
Sin vida.

Soy un ogro de ancha mirada
Que teme a su estatura
Y tiene una risa
Ocultada.



El amor inadvertido

Escucho un murmullo, un susurrar, una sinfonía
Es del viento precipitarse con las flores, ligero
Del río avanzar en el paraíso con grata melodía
De la lluvia caer sobre la pradera; sí que te quiero
…Te quiero…

Escucho el pathos desde lo más profundo de mí ser
Es el cisne negro, la inspiración de la desesperación
Eres tú, mi querida, que me solivianta a querer
Te escucho amor que me llamas con eterna pasión
…Eres el soplo de mi luz…

¿Dónde te hallo? ¿En la de la nariz aquilina o respingada?
¿En ella? ¿En la de los preciosos ojos, acaso en ella?
¿En ese labio abrumador? Entonces, ¿en aquella sonrisa?
¿Allende en el horizonte? ¿O allende bajo las flores?
…Amor inadvertido, dónde estás…

Fulgor que has latido fuerte cuando no debiste existir
Aire que te has instalado perenne en mí, y te has ido
Vehemencia de esos ardores que no regresan más, jamás
Amor que nunca vi, tan difícil de hallar, ¿dónde estás?
…Sentimiento efímero y eterno, qué nunca he de hallar…

El firmamento es tan pequeño ante mis ojos, infinito es
El mar, tan voluptuosa, sus olas a mis pies van a colisionar
El crepúsculo, el cielo divino, la brisa, y la gloria no es
Volteo, ella aún duerme: es la fría presencia ausente
…Mía, has pasado inadvertido, sólo Mía…



Días de cobardía

Me refugio temeroso en el vino de los crucificados
En las lágrimas de las doncellas nostálgicas
En las pinturas de óleos mortuorios 
Y en el clamor de las cárceles.

Nado en el mar de dragones y sirenas del Índico
Sin más laberintos áridos que franquear
Sin altares divinos que rezar
Y pétalos que deleitar.

La llave de la libertad está a metros de la celda
Como Dionisio está feliz con las nínfulas
Todo es oscuro, nada es luz
Sin Mal sin Bien.

De poco estoy hartado, ansío más y más
Sumergido en un somnífero azul
Me ahogo en un cáliz etéreo
Cual ansía inmortal.

Hay moscardones que vuelan sobre mis labios
No confío ya en las apariencias, sino me cuido el alma
Ahora no existen crepúsculos tiernos, ni el tesoro vive en el mar
Estoy ciego, soy mudo, no escucho, y tengo miedo de las horas. ¡Oídme!


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