MIGUEL
ÁNGEL HERNÁNDEZ
Biografía
(Piura, 1976).
Estudió Comunicación en la Universidad de Piura, donde ganó los juegos florales
–mención poesía– en los años 1997 y 2000. En el 2011, con su poemario Fe ciega
obtuvo el primer premio en la III Bienal de Poesía, organizado por la Revista
de Poesía Peruana Estación Compartida. Tiene publicado el poemario Tras la
voraz canícula (2015) y con Viaje a las islas hormiga obtuvo una mención
honrosa en el Concurso Nacional de Poesía 2015 “José Watanabe Varas” de la
Asociación Peruano Japonesa. Poemas suyos aparecen en Insana virtud. Muestra
poética reciente de la posmodernidad (2016) y en Ausente ardor de arena &
algarrobos. Antología de la poesía piurana contemporánea (2017).
Sus poemas
Resumen
En el Cuerno de África
hay un escándalo mundial,
de las europas rancias
se exporta un laicismo
antidios,
los EE.UU. en crisis
son una república bananera,
a Asia y Oceanía
las vemos tan lejos
desde Lima, Perú
donde aún se cuecen habas.
Desvaríos
de un peruano modesto hasta la quintaesencia
Ciudadela de soberbias
edificaciones y de hombres de sabiduría empírica
sus estériles mujeres claman
piedad con el rezo frecuente de padrenuestros.
Algunos niños caminan
inflados, otros vuelan a la intemperie como gallinazos
en los parques los perros
legañosos mean el disfraz asqueroso de la muerte
quien quiere hacerse sentir
con su carga de desaliento y desesperanza.
Apresados entre cristales
traslúcidos sus viejos ídolos nos llevarán a la ruina
con estruendosas carcajadas cuando
venga la marea negra de la pornografía
y no saben que les espera un
juicio implacable como cópula en la oscuridad.
Los perros se alejan en una
nube de polvo amarillento y esos niños ahora son
drogos que, en su abandono o
autodestrucción, leen prensa atrasada sentados
en la cumbre de sus horas generadoras
de espasmo y sensibilidad patriotera.
Nos llegó una carta
furibunda y dice que la lucha es por restablecer el orden,
unos feroces escupitajos para
los jueces avaladoras de votaciones espurias
y por toda la pestilencia
del poder que los obnubila hasta el final del día,
y como un propósito casi
vano han de ponerme paños como un bálsamo
las flores medran cerca de
una materia orgánica en descomposición
el detritus sube a mis
narices si uno de izquierda fagocita a uno de derecha
en los cerros circundantes la
bóveda gris se desploma sobre los desempleados
sus caras llenas de oprobio
revelan que se manejan con tretas o mangonetas
luego maquinarán contra esa vieja
dialéctica hegeliana del amo y el esclavo
no somos los errantes del
terruño abrasador sino de la ciudad pretenciosa
en zigzag escapamos ante la
evidencia de la podredumbre de la vida nacional
con la chatarra acumulada en
las casas el precio del desdén será muy alto.
Un séquito variopinto atropella
y su pasado retorna convertido en desmemoria
así se pierde la buena fe de
lo claro y vendrá el asomo de la desesperación.
Puedo confesar que al poner
el CD más triste de una de mis bandas favoritas
se me vinieron ilusiones periclitadas
por un sopor canicular que me anunciaba
un pétalo sangriento como
rojo espectro. ¿Me he vuelto acaso masoquista?;
¿de dónde esa lóbrega resaca,
a esta hora, si la algarabía se tornó en estupor?
Nos alumbraba el resplandor
de velones y cirios cuando oímos muy lejos
el plañidero lastimero del
perro de la casa pero fue el dolor del mordisco
de un coimero el que nos
dejó inconscientes en una celebración macabra.
Cuesta creerlo y sin querer
caigo en la vorágine de ilustres desconocidos
o en las manos de un
concupiscente que ha vagado herido en las sombras.
Recordar duele mucho, es
cierto, y recuerdo banderas con crespones negros
los apósitos de telaraña
para tanta angustia y la comida indigesta de un lugar
por eso no me podrán
convencer de la existencia de la ciudad teratológica
cuando las palomas picotean
sobre un charco de vómito en la acera.
A quinientos metros a la
redonda todo era escombros y de pronto se escucha
un sonido corrosivo,
inmisericorde, porque dentro de poco las lluvias
se abatirán como un castigo
sobre la larga cola de mujeres menudas
que caminan envalentonadas
con ollas vacías al amparo de una noche cerrada
y no es que estén a punto de
un colapso gravitatorio o tengan horror al vacío
sino que hoy tienen la
desangelada cadencia de un bolero de Ibrahim Ferrrer
que canta no como elevando
plegarias al cielo de grises atmósferas góticas
sino que es el que se
parapeta tras una añagaza de falso samaritano
en la reminiscencia lejana que
el mundo parece vivir bajo un peso enorme
para acallarnos solemnemente
cuando nos envuelve la frustrada tibieza
la sensación del caos pende
de un hilo melancólico y ata nuestras diferencias
o nos deja un recuerdo en
sepia pegado con la miel entre los labios,
o con otro vampiro
licántropo hasta otra mañana grisácea y lluviosa.
Breve historia de la corrupción en el Perú
Esta bestia de
orígenes coloniales engendró y parió sin dolores
a virreyes,
caudillos, presidentes y dictadores.
Este Leviatán en
ciclos de bonanza esparce sus heces
de dineros
ilícitos, tráfico de influencias y crímenes no resueltos.
Y ya ves que la
impunidad también se esconde
en los bolsillos
profundos de jueces y fiscales
y de los
prófugos artífices de sus triquiñuelas.
Sobre el fondo
la sangre trasluce sus afanes
y ahora sé que
la ficción era más pura y más ingenua.
En qué trinchera
inverna lo verdadero y lo noble.
Desde cuál
balcón me hablará tu dios de la coima
acompañado de
burócratas con su lenguaje dolosamente técnico.
Es mejor
pertenecer al partido del inca (“ama sua, ama quella, ama llula”).
Porque después
de todo, todos tratarán de fugarse
luciendo bien
pero bien llenos de enfermedades.
A las 6 a.m.
pasa el camión recolector de la basura.
El Congreso
seguirá en estado embarazoso
tanto en su
pasado lejano como en el más reciente
y los lobos
rapaces de la política seguirán ahí
con su jaqueca
opresiva y su borrón y cuenta nueva.
Las épocas del
guano, del salitre, del caucho,
de la harina de
pescado y del boom inmobiliario
todas terminaron
para bien y para mal de este saqueado país
y yo solo quiero
volver a los textos de Porras y Basadre.
Gastronomía
peruana
La del peruano calato no es
una carne a despreciar
pero siempre es mejor
servirla en hilachas menuditas
con la espesa sangre y el
hígado amargamente triturado
verán que hará salivar a
quienes una vez lo ningunearon
esos peruanotes que cocinan
sus mandatos y poderes
en torno a la despensa y el
recetario de este país
donde se suele exorcizar el
fantasma del hambre
(siempre acechante) con
papas de muchas formas y colores
sino la sangrecita que se
mueve hasta que se seca
muerto y desangrado el
animal que haría relamerse
a los mismísimos dioses
Wiracocha y Pachacámac
al margen de los fogones
hemos “pijchado” hojas de coca
las toxinas liberadas y el
aceite que nos salta en la cara
al refreír las carnes de
todos los peruanos sin distinción
o hervirlas a toda velocidad
en litros y litros de pisco acholado
y luego servirlas en plato
hondo con pedazos de rocoto
acompañadas con arroz muy
graneado hecho en olla de barro
esos aromas despertarán los
sentidos incontrolables
de las generosas deidades
que ya dan señales de hambre y saciedad
para luego sentir el orgasmo
perenne que nunca aceza.
Bazar suelo en el centro de Lima
Vendo
las mariposas amarillas de García Márquez
Las
pipas sin tabaco de Sartre y de Günther Grass
Los
puros de Lezama Lima
Los
hipopótamos de Vargas Llosa
Los
guantes de box de Cortázar
Las
mujeres jóvenes de Neruda
Las
gafas redondas y de montura fina de Pessoa
El
bastón de Borges
Un
cuaderno de dibujos de Lucho Hernández
Los
lentes oscuros de Sábato
El
Volkswagen celeste de Nicanor Parra
El
miedo de Ana Frank
La
escopeta de Hemingway
El
ángel de Ocongate de Rivera Martínez
La
luna llena de García Lorca
Los
hondos gritos silenciosos Silvia Plath
Las
cabras de Miguel Hernández
Los
arcángeles comunistas de Alberti
El
cuervo negrísimo de Poe
El
dolor metafísico de Vallejo
El
poema en forma de pájaro de Eielson
El
amor uranista de César Moro
El
silencio enfermizo de Westphalen
La
tierra baldía de Eliot
El
tocadiscos sin aguja de Joyce
El
mal aliento de Onetti
Algunos
pelos de las barbas de Whitman
Y
también de la calva de Ginsberg
Las
muelas picadas de Góngora
El
sueño encarcelado de Oquendo de Amat
Una
pelota de cuero de 24 paños de Parra del Riego
Las
espuelas del gallo de pelea de Rulfo
La
bacinica quiñada de Martín Adán
La
bala del suicidio fallido de Baudelaire
El
crucifijo de oro de Santa Teresa
La
sotana raída pero limpia de San Juan de la Cruz
El
traje de diplomático de Rubén Darío
Un
halcón disecado de Horacio Quiroga
Los
huaynos en vinilo de Arguedas
El
cianuro de potasio con whisky de Leopoldo Lugones
El
seimei y el kimono de Akutagawa
La
espada y las vísceras de Mishima
El
cráneo trepanado de Apollinaire
Los
ojos azules de Rimbaud
Algunos
puchos y ceniceros de Julio Ramón Ribeyro
Las
fotos tomadas con cámara hechiza de Eguren
El
raído jubón de Cervantes
Las
lolitas de Balthus
El
misticismo mesiánico de Rilke
Las
tradiciones en salsa verde don Ricardo Palma
La
amargura anárquica de Gonzales Prada.
Al
finalizar la tarde había vendido poco al mejor impostor, el resto de merca la
abandoné en la calle, pues la policía municipal me persiguió por estar
prohibido, en el centro histórico, el comercio ambulatorio, pero comprobé que
pocos leen en esta ciudad de m.
(Independencia,
27 de diciembre de 2018)
Nota: Estos poemas
pertenecen al poemario La república falaz.